Diario de Siberia VI: Chitá

Escrito por Irene Corchado

18/08/2017

Después de leer la poca información que he encontrado sobre Chitá, no tengo expectativas demasiado prometedoras, lo que está bien. No hay nada peor que crear demasiadas expectativas para luego llegar a un sitio y pensar «Bah, pues no es para tanto» (sí, Estocolmo, me refiero a ti).

Tras pasar 36 horas seguidas en el tren viajando hacia el oeste desde Jabárovsk llegamos a Chitá, probablemente el lugar menos turístico de todos los que visitemos. Solo tenemos unas once horas para verla, así que, en cuanto bajamos del tren dejamos las mochilas grandes en la consigna o камера хранения («kámera jranéniya»), un término que te será muy útil conocer si vas a viajar en tren por Rusia.

Chitá tiene la que seguramente sea la mejor salida de estación hasta ahora y nos recibe con una bonita estampa de una iglesia ortodoxa azul con cúpulas doradas. Se nota que esta no es precisamente una parada habitual de los viajeros extranjeros, porque no vemos a ninguno y despertamos cierta curiosidad en los locales, que nos miran, de reojo algunos y otros de forma descarada. Estamos cansados y hasta que lleguemos a Ulán-Udé mañana no nos daremos una ducha en condiciones, así que muy buenas pintas no llevamos, la verdad.

Cruzamos el aparcamiento de la estación y ponemos rumbo al centro buscando un sitio para desayunar, lavarnos y cambiarnos de ropa. En el transcurso de cinco minutos casi nos atropellan dos veces. No hay ni un solo paso de cebra ni semáforo para peatones (a excepción de la plaza de Lenin) y los coches van a toda leche. Cruzar la calle es jugar una lotería de la vida y la gente se tira a la carretera con confianza, esperando a que los coches paren. Da bastante miedo el asunto (lee el artículo de anécdotas sobre los rusos al volante).

plaza de la estacion de Chita, Rusia

Entramos en una cafetería subterránea que se llama Uchkuduk. El olor a fritanga llega hasta la puerta y, aunque el local está prácticamente vacío, hay al menos cinco empleados. Esto es algo que ya hemos visto en muchos otros sitios y me imagino cómo de bajos tienen que ser los sueldos para tener a varios empleados de sobra sin hacer nada.

No sé si será el cansancio o qué, pero me estreso bastante a la hora de pedir. El menú es enorme, tengo mucha hambre y todo lo que veo son cosas más de comida que de desayuno, así que, después de estar un buen rato ojeando el menú sin encontrar nada, voy al mostrador-caja y pregunto si tienen syrniki, las tortitas de requesón que tanto me gustan. Pido también dos cafés con leche y mientras pago veo a otro chico preparándolos: café soluble disuelto en vasos de agua caliente con un chorro de leche y azúcar. Así, sin preguntar ni nada.

Los lugares más relevantes de Chitá se encuentran en los alrededores de la plaza Lenin y la calle que lleva el mismo nombre. Por ella caminamos después del desayuno hasta la plaza de la Revolución, donde lo único destacado es un sobrio y oscuro conjunto de esculturas en honor a los soldados de esta región que lucharon en la Segunda Guerra Mundial (o Gran Guerra Patria, como se conoce en Rusia). No es la única referencia bélica que vemos, ya que desde aquí se distingue la palabra «Victoria» pintada en una colina a lo lejos.

plaza de la Revolucion, Chita, Rusia

El cielo está gris y nublado y la plaza tiene un aire triste y vacío. A un lado hay un feo bloque de pisos y al otro una carretera con mucho tráfico y una valla alta de madera. La imagen curiosa la pone un trenecito para niños que da vueltas por la plaza. Es de la empresa nacional rusa de ferrocarriles y solo van montados un niño y su madre. El conductor es el que parece disfrutar más del paseo, aunque se le ve con ganas de pisar el acelerador.

La calle Lenin está repleta de gente y enseguida me doy cuenta de que aquí también está extendida la moda de llevar sandalias con calcetines. Varias señoras mayores venden fruta con muy buen aspecto y me acerco a leer de dónde son esas cerezas tan gordas y brillantes: Uzbekistán. Además de joyerías, veo muchos carteles que anuncian ropa de invierno y abrigos de piel.

Para no ver el mismo tipo de monumentos en todas las ciudades a las que vamos, nos hemos abstenido de visitar museos militares (excepto el submarino S-56 de Vladivostok), porque Chitá tiene uno bien grande y menos lugares de interés que otros sitios. El Centro de la Educación Bélica-Patriótica Дом офицеров Забайкальского края, que tiene biblioteca y teatro, se ubica también en la calle Lenin, pero al otro lado de la plaza. Según mis apuntes abre todos los días, pero cuando llegamos está cerrado. Cierra lunes y martes. ¡Vaya por Dios!

Rodeamos el edificio y vamos a ver el parque Odora, que se ubica detrás. El parque es de tierra y alberga un recinto con atracciones de feria, como una noria añeja de la que no me fiaría un pelo y una minimontaña rusa de esas para menores de 12 años, donde se montan diez adultos a la vez y dan grititos como niños. Se ve que les han dejado subir porque, en el fondo, tienen espíritu infantil. En la zona más cercana al museo hay una colección de tanques protegidos con cadenas. A mi entender, las cadenas significan que no debes acercarte a tocar lo que protegen, pero esto es Rusia. Varios padres hacen caso omiso y la saltan para sentar encima de los tanques a sus niños y hacerles fotos.

museo militar en Chita, Rusia

Tras comer en una pizzería cercana donde, para variar, traen mi comida diez minutos después que la de R, nos sentamos en la plaza de Lenin a descansar un rato los pies y ver la gente pasar. Enfrente de la estatua de Lenin hay un área elevada que parece un antiguo escenario o pedestal medio roto, lleno de palomas. Un perro callejero juguetón las persigue sin parar durante un rato largo. Después el juego se convierte en tragedia: lleva en la boca una paloma muerta. La deja en el suelo y se sienta a descansar, como aquel que ya ha terminado los deberes.

Nos sorprende un chaparrón repentino, así que toca buscar un sitio donde refugiarse. Lo encontramos en la cafetería del hotel Аркадия, que tiene unos sofás con un estampado marrón horroroso. Pido un té tras otro, porque la lluvia no cesa. Nos tragamos dos horas de vídeos musicales de chunda-chunda y de un hombre vestido siempre de mujer que hace parodias y que con maquillaje se da algo más que un aire al humorista británico David Walliams.

Como no deja de llover, decidimos ir a cenar, aunque es temprano. Enfrente del museo bélico cerrado de la calle Lenin vemos un cartel que anuncia el restaurante Счастье («Felicidad») ¿Saldrá nuestro estómago feliz de allí? El restaurante resulta una sorpresa muy agradable: el local es bonito, la decoración cuidada, el personal amable y atento y la comida rica, así que toma nota si algún día vas a Chitá. El camarero que nos atiende es un chico joven que me da bastante conversación en ruso. Dice que él también es traductor, pero de chino.

Esta noche la pasaremos también en el tren. Cuando llegamos a la estación se me acerca un chico y me suelta un tosco «¿A dónde vas?», sin saludo ni nada. Me choca bastante y le pregunto para qué quiere saberlo. Me dice que su padre va a Ulán-Udé y no sabe muy bien si ha comprado el billete correcto ni a qué hora ni de que andén sale. Se da la vuelta y le pide a su padre el billete para enseñármelo. Hablan en chino. Nosotros vamos en el mismo tren y le confirmo que el billete es correcto, así que se queda tranquilo.

Ya en el andén, el hijo se despide y el padre nos busca con la mirada. Se acerca, me enseña de nuevo el billete y señala un vagón. Le dijo que sí, que el 10 es el suyo. Después me quedo un rato pensando en lo complicado que es moverse por el este de Siberia sin hablar ruso y siento curiosidad por este hombre chino que viaja solo.

Ahora toca subir al tren. Mañana nos despertaremos en nuevas tierras.

Lugares mencionados en un mapa
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Irene Corchado Resmella

Irene Corchado Resmella

Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.

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